Hay universos musicales que no siempre fueron conocidos más allá de sus fronteras naturales. Algunos sonidos vieron pasar décadas enteras hasta que el público mundial supo de su existencia. El caso de la morna, la canción melancólica de Cabo Verde, y por extensión otro ramillete de estilos más o menos populares en el archipiélago africano, sea quizás el mejor ejemplo reciente de enamoramiento musical a primera vista. Y casi en primera persona: Cesária Évora (1941-2011).
Pero no solo de morna vive el hombre en Cabo Verde. Ni tampoco del recuerdo único de una cantante que, como pocas veces en la historia de un país africano, logró que muchas personas aprendieran a situar Cabo Verde en un mapa del mundo. En estas diez islas atlánticas con medio millón de habitantes, situadas a 1500 kilómetros al sur de Canarias y a 600 de Dakar, la capital de Senegal, floreció el interés por su rica cultura criolla a partir del rescate que Bana logró con la señora de los pies descalzos. Desde las tabernas tristes de Mindelo, después de media vida rápida de grogue y mornas.